A Baltasar Kormákur le gustó tanto la película islandesa que produjo y protagonizó en 2008, Reykjavík-Rotterdam, que ha decidido dirigir su versión a la americana. A esto se llama “aprovechar las oportunidades”.
Mark Wahlberg es la estrella de esta cinta -que, además, produce- interpretando a Chris Farraday, un ex contrabandista que se ve obligado a enredarse de nuevo con los malos para sacar a su cuñado (Caleb Landry) de un buen lío y mantener a su mujer (Kate Beckinsale) e hijos a salvo.
A pesar de que las comparaciones no son buenas, es inevitable marcar una línea que separe las dos versiones de una misma historia. La primera, islandesa, está hecha al estilo europeo, con tintes independientes pero ambiciosos y mimando los detalles y matices de la historia. La segunda, norteamericana, busca el bombazo en taquilla, la acción y el entretenimiento. Son conceptos bien distintos, y ambos respetables.
Contraband lanza una puesta en escena desde el aire, con sonido de helicópteros y sirenas, calor sobrecargando la imagen, un fornido protagonista con cara de buena persona y un turbio -pero que muy turbio- antagonista y tatuado antagonista (Giovanni Ribisi). El resultado es una adaptación entretenida y resultona, pero mayoritariamente vacía de fondo.
El argumento del que parte es sencillo, la premisa es fácil de entender y está muy bien resumida en la pregunta que formula en su subtítulo, “¿Hasta dónde llegarías para proteger a tu familia?”. La forma en que está llevada a cabo es mediante la estética del videojuego. Acción, palabras malsonantes, encuentros en un bar infestado de enemigos, armas de fuego y traición. Con estos elementos, uno puede esperar que el título de la nueva entrega del Gran Theft Auto sea “Contrabando: Misión Panamá”. Muy favorable esta característica para los millones de fans de este tipo de entretenimiento. Imaginarse en la piel de Chris Farraday, casado con la chica de sus sueños, un atractivo que radica no sólo en su musculatura, sino también en su inteligencia delictiva innata; un corazón que traspasa los límites morales si esto es lo necesario para mantener a salvo a los suyos... Además, tiene al enemigo a su favor en este sentido. Briggs, el personaje de Ribisi, es lo opuesto a él; un indeseable y, después, un pringado. Y el protagonista asciende al reino de los cielos, donde sólo habitan hombres buenos con una vida castigada.
Kormákur está hecho todo un empresario. Sabe lo que tiene que dar al público, y no se lo da nada mal. Probablemente le fichen en alguna compañía y continúe dirigiendo films del corte de Contraband, haciendo alarde, “making money” a la industria y a vivir.
Pasable, no se dormirán el domingo por la tarde cuando la echen por la tele, se divertirán; incluso, puede que quieran repetir. No obstante, no busquen los matices; no los van a encontrar; no los hay. Será de esas películas que, como todas las del Willis-actionman, se tragarán con desgana a la tercera.
Aprovéchenla sin se animan a verla en la gran pantalla, pero no abusen.
Lo mejor: la acción, bien llevada, bien suministrada.
Lo peor: es una película de acción sin más.
Nota: 6
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