martes, 27 de marzo de 2012

TRES VECES 20 AÑOS. Qué nos queda

La entrada a la vejez entendida como proceso hacia ninguna parte. La pérdida de las expectativas por parte de un matrimonio en el que una arrastra al otro. Tres veces 20 años te hace recordar lo valioso que es el tiempo, indigno de perderse con historias aparentemente reflexivas y fundamentalmente vacías.

¿Qué nos queda si a lo que aspiran Isabella Rossellini y William Hurt es a estos papeles de sesentones absolutamente lineales, descompuestos de matices y sin emoción ninguna?

Julie Gravras se nota alejadísima del mundo real al que entran las personas al hacerse mayores. Agarra cuatro estereotipos y no tiene la sutileza al menos de saber administrarlos. Los suelta en los primeros 20 minutos y allá se entiendan con los personajes. Avanzan, como en una carrera de galgos, a ver cuál de todos es el que más destaca. La decadencia física, la sexual; la jubilación, la falta de utilidad, y otras vaguedades que no venían al caso.

Muy posiblemente, la moraleja es que no todo está perdido cuando se llega a cierta edad. No, claro que no todo está perdido. Y no es malo que se aborde el tema de la entrada en la vejez, lo dañino es no concretar. No especificar los matices de los protagonistas. Hacer una película es algo más que escribir una idea en un papel y lanzarla a la pantalla, o dársela a los actores para que se la jueguen e interpreten a su manera. Se trata de hacer un retrato, un dibujo preciso que al respetable le pueda resultar creíble. Porque el que mucho abarca, poco aprieta. Cientos de personalidades concentradas en dos personajes: Mary y Adam (Rossellini y Hurt). Por no entrar en los secundarios-hijos, opacos e insulsos. El trazado de unos personajes sosos que no ayudan en nada al conflicto parental. Bien estaría que reforzasen a sus progenitores, y que artísticamente se alimentasen del talento de estos dos actores experimentados. Menos mal que la película cuenta con la única mano razonable que se extiende para dar coherencia a este batiburrillo. Doreen Mantle es Nora, la madre de Mary y, paradójicamente, quien aporta frescura a la cinta. Lo único que te permite imaginar que otra película era posible. Que es el punto de vista, el enfoque, lo que falla con mayor intensidad.

Salvada queda la fotografía por haberse sabido curar en salud con alguna secuencia inevitablemente llamativa. Todo lo relacionado con el agua, en cine queda bien. El agua queda visualmente bien en pantalla -secuencias en piscina y bañera, no más-.

Qué forma más tonta de desperdiciar una belleza como la de Isabella Rossellini -diva de nacimiento-, y un porte como el de William Hurt. Mejor habría resultado ensalzar las cualidades de estos dos actores que, a pesar de peinar canas, conservan su garra y elegancia, su capacidad de ir a más -o a menos, según pida su personaje-. Sin embargo, Tres veces 20 años les hace de menos. Les achica. Hace aguas por todas partes.

Lo mejor: Doreen Mantle

Lo peor: ¿Lo mejor?

Nota: 3



ALMANYA:BIENVENIDO A ALEMANIA. Sólo un pedazo de tierra prometida



Almanya: Bienvenido a Alemania es un cuento familiar que aúpa el contraste entre culturas en clave de humor y optimismo. Narrada a través del costumbrismo y, de nuevo, la luz y la sombra existentes entre el pasado y el presente; Yasemin Samderelli firma una película sin malas intenciones y con cierto valor didáctico-moral.

Huseyin (Vedat Erincin) es el hilo y motor conductor de esta historia que hace atravesar a una familia medio continente con el único propósito de conocer sus raíces. Contada a dos tiempos, va de Alemania a Turquía en presente y al contrario para el pasado. Repartos distintos, similares localizaciones y el exilio de una familia en común.

Tal vez buscando la gloria de otros tiempos -el tiempo de Fellini, por ejemplo-, Samderelli hace memoria con la memoria (disculpe la redundancia) de muchos ciudadanos alemanes hoy, turcos en otro tiempo que puede parecer lejanísimo, pero que no lo es. Resulta correcta e incluso necesaria la reflexión que propone. Una llamada de atención, una reivindicación del lugar de donde se procede; una afirmación del propio origen. En este caso, ese origen choca frontalmente con la realidad en la que viven las generaciones posteriores al protagonista. Turquía, la Turquía profunda y nada europea, musulmana y de tradiciones severas, de la que Huseyin se ve obligado a escapar para poder mantener a su familia; y una Alemania adelantada a todo eso, industrializada antes y ahora. Un pedazo de tierra prometida es el motivo de ese viaje que emprende una familia que, de no ser por sus nombres y apellidos, o por el color moreno de su piel, está absolutamente integrada en la cultura germánica y tiene considerablemente olvidadas sus raíces. Huseyin quiere que su nieto, Cenk (Rafael Koussouris) consiga identificarse y centrar su procedencia; saber en qué equipo quiere jugar.

El medio para conectar con el espectador no es sencillo. No acude al pesimismo, a lo trágico que supone abandonarlo todo para partir de cero. Samderelli se ríe de sus propias desgracias. El contraste usado como arma cómica. El impacto de conocer algo más allá que las paredes de la propia casa, entendida como una frontera cultural anchísima. El modo en que aborda la religión es una demostración de autocrítica, de lo alejados que estamos los unos de los otros. De la inocencia de ser educados en un marco sociocultural determinado y pensar que jamás saldremos de ahí. Pasa esta cinta por una serie de detalles que a simple vista, esta historia podía no contar. Se disfruta con especial intensidad la llegada de los hijos de Huseyin a Alemania por primera vez, el montaje es fabuloso. Tal vez, el tramo de la película que goza de mayor ritmo. Al mismo tiempo que se permite la inclusión de instantes algo fantasiosos, como aquellos de la Coca-Cola, o muchos de los diálogos hiperactivos que intercambian los menores.

Todo aquello positivo y digno de una reflexión jugosa pertenece a la primera parte de la película. Sustentar este planteamiento entretenido y didáctico iba a resultar complicado. Se veía venir. Una vez que el patriarca logra trasladar a su familia a su tierra natal, el tema se va desinflando hasta dejar ver lo predecible de la trama; lo cual, había dejado de importarnos con las primeras tres carcajadas y alguna sonrisa complaciente. Se vuelve en su contra la manera fácil de solucionar el final; un canto al amor fraternal, paterno-filial y demás conductos que buscan dejar un recado de unidad familiar y de integración que se hace un tanto empalagoso.


Lo mejor: el descubrimiento de las tradiciones católicas
Lo peor: un exceso de amabilidad

Nota: 6.5




miércoles, 21 de marzo de 2012

EL EXÓTICO HOTEL MARIGOLD. Un lugar para la Edad de Oro


La oportunidad de reinventarse es el punto de partida de esta historia, dirigida por John Madden y protagonizada por algunos de los mejores actores británicos de todos los tiempos.

Un grupo bastante “senior” se ve abocado a empezar de nuevo en un hotel de la India, por distintas circunstancias cada uno; y ante el reto de adaptarse a este nuevo país, costumbres y compañía, descubrirán que éste puede no ser solamente el final, sino también un comienzo.

El acierto de Madden radica en juntar a este cast imponente y elegante, y embarcarlos hacia un país donde se encuentran tremendamente descontextualizados. Arranca El Exótico Hotel Marigold reflexionando sobre la escasez de posibilidades del ser humano cuando entra en la tercera edad. Tal vez un poco estereotipado, aunque bien escrito y dirigido, aportando pinceladas sobre los personajes que en poco tiempo describen a cada uno de ellos. Rápido y eficiente, como sus propias vidas.

La moraleja es simple. La cinta tiene un público objetivo claro y reconocible: aquellos espectadores contemporáneos a los protagonistas; los cuales, tienen dos opciones. La primera es abstraerse de la identificación y disfrutar la película como la comedia madura que pretende ser. La segunda, es entender y empatizar con alguno o con todos los personajes, sufrir y adaptarse al metraje al mismo ritmo que avanza éste. Claro que también pueden negarse a pensar que la jubilación tiene algo que ver con semejante panorama. Tampoco es el que el film haga un retrato fiel, sino más bien establece unas descripciones tipo collage, de los casos más representativos. Que nadie quede excluido, pero que a nadie le duela demasiado.

Lo recomendable para disfrutar esta película es no crearse unas expectativas muy altas al adquirir los tickets. Es inevitable fijarse en el cartel, con todos esos rostros conocidos que llaman a la memoria cinematográfica de la mayoría. Judi Dench (Elisabeth, J. Edgar), Maggie Smith (Harry Potter), Tom Wilkins (Full Monty) y Bill Nighy (Love Actually) alzan la bandera de esta película y la colocan en los cines con la firme intención de resultar entrañables y entendibles. La elaboración de cada personaje es un diseño casi perfecto directo a la sensibilidad de quien los ve. No obstante, no se puede alabar en exceso la labor de dirección de estos actores, que casi actúan sólos. Cada uno con su propia atmósfera, drama y humor. Dev Patel (Slumdog Millionaire) es el contrapunto, la energía, la hiperactividad que llega incluso a sacarle a uno de quicio. Congenia al 100% con sus veteranos compañeros, y suponemos que igual que su personaje, habrá aprendido de la experiencia. Tampoco se queda a un lado, participa y aprovecha para destacar (que es lo que debe hacer).

Madden se salva por la sabia elección del reparto y la inteligencia cómica de algunos de sus planos. Rodea el argumento con una tristeza optimista, a pesar de que parte del negativismo, de un “no hay salida” en el que cada cual asume sus posibilidades de una forma distinta.

De no ser por estas cualidades, estaríamos ante una película tirando a vacía, cercana al aburrimiento, de discurso cansino y sin una fluidez narrativa destacable. Eso sí, un homenaje a la tercera edad que resulta más necesario de lo que uno esperaba.

Tanto pesa la vida, que hay que agarrarse al último clavo que arde. Aquí, en la India o en los mejores cines.


Lo mejor: la belleza extrema de Judi Dench / El personaje-interpretación de Maggie Smith

Lo peor: puede que resulte cansina para la juventud más marchosa

Nota: 6


BLANCANIEVES (MIRROR, MIRROR). Quien ríe el último...



Llega a los cines la primera de las tres versiones del cuento de los hermanos Grimm que se podrán ver en 2012. La de Tarsem Singh es divertida, colorística y con un reclamo despampanante: Julia Roberts impecable como la malvada reina y madrastra de Blancanieves, interpretada por Lily Collins.

Blancanieves (Lily Collins), marginada y maltratada por la Reina (Julia Roberts), sale del castillo para observar las condiciones lamentables en las que se encuentra su pueblo. Ella es la única capaz de cambiar la terrible situación y tomar el puesto que le corresponde en la realeza. Mientras, su bella y despiadada madrastra solamente piensa en estrechar lazos con el apuesto Príncipe, encandilado en realidad por la joven princesa.

La propuesta es ambiciosa. El color casi atraviesa la pantalla, el vestuario majestuoso, la belleza sin igual. Singh lanza esta película como una flecha directa a su diana, la taquilla.

Tampoco es de extrañar esta puesta en escena. Ya vimos las maneras con las que apuntaba en La Celda y The Fall: El sueño de Alexandria. Sin embargo, ahora la cosa es bien distinta. El argumento es bien conocido por todos y extremadamente atractivo, y ha sido el primero en colar su película en los cines. - Las otras dos son Blancanieves y la Leyenda del Cazador (Rupert Sanders) y la española Blancanieves, de Pablo Berger-.

En cualquier caso, no esperen ver el tradicional cuento al uso. Todo lo que conocemos de esta historia son sólo destellos en este film. Parece que los autores del guión, Melissa Wallack y Jason Keller, hubieran cogido acontecimiento por acontecimiento de la Blancanieves arquetípica, y le hubieran dado un giro radical. Podemos mejorarlo, y decir que los han revisado y contado como más entretenido les ha parecido. De este modo, la película sorprende por su libreto tanto como por su realización. Nada es lo que el espectador cree que va a ver. Punto fuerte de esta adaptación.

Las dos protagonistas rivalizan en belleza, dentro y fuera de la pantalla. Sin embargo, es inevitable no dejar de sorprenderse por el talento de la Roberts. Ya no sólo por la espectacularidad de su aspecto, fenomenalmente explotado por la fotografía, el diseño de vestuario y el maquillaje; es más digno referirse al carisma que sostiene en pantalla. Vemos a una Reina graciosa, ocurrente, ácida. Recuerda -agradablemente- a las viejas glorias de Hollywood, a aquellas antagonistas absolutamente teatralizadas, histriónicas, de mirada perversa y sonrisa traicionera. Frente a ella, una niña mona, Lily Collins, que no se deja amedrentar y nos deja ver que en su actuación no es todo tan blanco con su piel, que también hay oscuridad y fuerza. No palidece en sus esfuerzos Armie Hammer, peinado y sonriente como todos imaginamos, un galán a la altura al que le toca hacer de perro muy fiel a los encantos de ambas damas, dignificando al Príncipe Encantador y satisfaciendo al público femenino. Como debe ser.

Afortunadamente, el trío protagonista viene arropado por unos secundarios colosales, paradójicamente. Nathan Lane y los Siete Enanitos. Sería un merecido spin-off, por qué no. Son las piezas que hacen que esta maquinaria funcione. Y vaya si funciona. El trazo de los siete enanos es perfecto, único. Como si les hubieran venido estos siete intérpretes de una y de golpe, sacados de algún lugar recóndito donde estuvieran escondidos y donde llevasen juntos toda la vida.

Esta revisión es original hasta tocar con las manos bien abiertas la excentricidad y un poco, incluso, el esperpento. Nos deja momentos e imágenes pintorescos y, en fin, muy aprovechables para nuestras memoria visual. No pasa inadvertida y menos aún con el inenarrable final que se clava como una daga en la historia. Como si Tim Burton hubiese poseído el genio de Tarsem Singh y hubiese querido hacer un cameo invisible, pero perceptible.

Habrá que guardarse de las libres interpretaciones y aceptarlas como vienen. Pero desconfíen, y la sorpresa será mayor.


Lo mejor: Julia Roberts, tremendamente divertida / La pringosa sesión de belleza

Lo peor: a veces es tan surrealista que confunde al personal

Nota: 7.5


jueves, 15 de marzo de 2012

TAN FUERTE, TAN CERCA. Accidente premeditado





La cuarta película de Stephen Daldry baja el listón en el desarrollo de su contenido. Adaptación de la novela homónima de Jonathan Safran Foer con un reparto apetecible, Tom Hanks y Sandra Bullock como padres del protagonista, Thomas Horn, un prodigio televisivo.

Oskar Schell (Horn) es un inventor, explorador, arqueólogo y conocedor amateur de un millón de cosas más, todas ellas inculcadas por su padre (Hanks) y permitidas por su madre (Bullock). Tras la muerte del progenitor en el 11-S, Oskar encuentra una llave escondida en un jarrón que le llevará a emprender una búsqueda de respuestas a la muerte de su padre a lo largo de toda la ciudad de Nueva York.

Si Daldry ha pinchado, no es porque la historia de Safran Foer sea mala, o porque su talento como director le haya fallado. La inmensa pega radica en la torpeza del inglés al retratar las emociones y los sentimientos del crío. En sus anteriores trabajos apreciamos inmensamente la sutileza, la contención, el deseo por aguantar el tirón en pantalla. Nos divertimos reprimiéndonos igual que los personajes; supo llevar al público a territorios profundos en las antípodas de la alegría, pero que lograban liberar los demonios de uno y revisarse las entrañas. Sumando estas cualidades a realizaciones exquisitas técnicamente.

Bien. En Tan fuerte, tan cerca, el aliño se le ha escapado como si una mano tonta se tratase y decide apostar por el exceso, mejor que por el defecto. Suerte para aquellos gustosos de la ostentación emocional y ese estado agotador de estar sobrepasado. No es lo que la historia requería. No eran esos detalles los que había que aprovechar. No era necesario dibujar la histeria y el temor de un niño de ese modo tan exagerado e irritante. No quita para que el argumento goce asimismo de momentos entrañables y matices inimitables, bien traídos de la novela al cine. Pero finalmente, inevitable es también que más que empatizar con el protagonista y con sus fobias, uno espera no cruzarse jamás con un elemento así. Nunca una neurosis infantil enervó tanto y dejó tan punzante la sensación final tras ver la cinta. El responsable de ejecutar la acción, Thomas Horn, cumple con el cometido y no se deja eclipsar por Hanks y Bullock, en un segundo plano muy bien escogido por el director. No obstante, si algo es digno de elogiar, es el mítico Max von Sydow, como compañero de faenas del pequeño. La pareja que forman deja un rastro de comedia muy sutil y apreciada por aquellos que se saben fijar en los detalles pequeños, en los gestos y en las pausas.

Técnicamente no se puede regañar a Daldry. La fotografía es más que decente; la elección de cada plano, inteligente. La elección de Alexandre Desplat como compositor de la banda sonora, un acierto; elegante, descriptiva... Desplat no falla. El de Billy Elliott no pierde facultades y demuestra por cuarta vez que ha llegado hasta donde está por méritos propios. Qué lastima que se haya equivocado tanto en el planteamiento; que se haya ensuciado las manos por cuatro lágrimas forzadas y alguna que otra nominación. Iba bien encaminado, todos habían hecho bien su trabajo. Hanks alardea del gran tipo que es, del papel pequeño que se le concede y hace la primera parte bastante fácil; vemos el lado bueno y respetable de Sandra Bullock trabajando el drama -y, cuando eso sucede, hay que disfrutarlo-, os hizo buen día para estrenar la peli -25 de diciembre en Estados Unidos-, incluso, llegó a los Oscar. No debiste castigarnos buscando constantemente abrir heridas, Stephen; atacarnos de este modo. Tristemente, el pinchazo ha sido en hueso y nos hemos alejado. Suponemos que la pandereta es a Oskar, lo que la capa de invisibilidad a Harry Potter; no obstante, ésta última es harto menos ruidosa, además de molar bastante más.

Un dolor de cabeza permanente el que este jovencito le va a buscar a más de uno, so pena de tener que escuchar una y otra vez su trágica historia sin apenas tener un segundo para respirar, y además, tocando la pandereta.

Lo mejor: el personaje de von Sydow / la fotografía

Lo peor: la pesadez emocional

Nota: 6,5

CONTRABAND. Dinero falso



A Baltasar Kormákur le gustó tanto la película islandesa que produjo y protagonizó en 2008, Reykjavík-Rotterdam, que ha decidido dirigir su versión a la americana. A esto se llama “aprovechar las oportunidades”.

Mark Wahlberg es la estrella de esta cinta -que, además, produce- interpretando a Chris Farraday, un ex contrabandista que se ve obligado a enredarse de nuevo con los malos para sacar a su cuñado (Caleb Landry) de un buen lío y mantener a su mujer (Kate Beckinsale) e hijos a salvo.

A pesar de que las comparaciones no son buenas, es inevitable marcar una línea que separe las dos versiones de una misma historia. La primera, islandesa, está hecha al estilo europeo, con tintes independientes pero ambiciosos y mimando los detalles y matices de la historia. La segunda, norteamericana, busca el bombazo en taquilla, la acción y el entretenimiento. Son conceptos bien distintos, y ambos respetables.

Contraband lanza una puesta en escena desde el aire, con sonido de helicópteros y sirenas, calor sobrecargando la imagen, un fornido protagonista con cara de buena persona y un turbio -pero que muy turbio- antagonista y tatuado antagonista (Giovanni Ribisi). El resultado es una adaptación entretenida y resultona, pero mayoritariamente vacía de fondo.

El argumento del que parte es sencillo, la premisa es fácil de entender y está muy bien resumida en la pregunta que formula en su subtítulo, “¿Hasta dónde llegarías para proteger a tu familia?”. La forma en que está llevada a cabo es mediante la estética del videojuego. Acción, palabras malsonantes, encuentros en un bar infestado de enemigos, armas de fuego y traición. Con estos elementos, uno puede esperar que el título de la nueva entrega del Gran Theft Auto sea “Contrabando: Misión Panamá”. Muy favorable esta característica para los millones de fans de este tipo de entretenimiento. Imaginarse en la piel de Chris Farraday, casado con la chica de sus sueños, un atractivo que radica no sólo en su musculatura, sino también en su inteligencia delictiva innata; un corazón que traspasa los límites morales si esto es lo necesario para mantener a salvo a los suyos... Además, tiene al enemigo a su favor en este sentido. Briggs, el personaje de Ribisi, es lo opuesto a él; un indeseable y, después, un pringado. Y el protagonista asciende al reino de los cielos, donde sólo habitan hombres buenos con una vida castigada.

Kormákur está hecho todo un empresario. Sabe lo que tiene que dar al público, y no se lo da nada mal. Probablemente le fichen en alguna compañía y continúe dirigiendo films del corte de Contraband, haciendo alarde, “making money” a la industria y a vivir.

Pasable, no se dormirán el domingo por la tarde cuando la echen por la tele, se divertirán; incluso, puede que quieran repetir. No obstante, no busquen los matices; no los van a encontrar; no los hay. Será de esas películas que, como todas las del Willis-actionman, se tragarán con desgana a la tercera.

Aprovéchenla sin se animan a verla en la gran pantalla, pero no abusen.

Lo mejor: la acción, bien llevada, bien suministrada.

Lo peor: es una película de acción sin más.

Nota: 6


lunes, 12 de marzo de 2012

LA MONTAÑA RUSA: No muestres más de lo que debes



La montaña rusa supone otra revisión de la pareja incompleta o, mejor, de lo incompleto e inexacto del ser humano en sus relaciones personales.

Ada (Verónica Sánchez), una mujer que aún no ha descubierto la plenitud de los placeres carnales, se reencuentra con dos viejos compañeros del colegio: Luis (Alberto San Juan) y Lorenzo (Ernesto Alterio), dos hombres absolutamente distintos y con unas ofertas amorosas atractivas, pero insuficientes para ella.

Emilio Martínez-Lázaro regresa a la comedia tras haber firmado el drama histórico Las Trece Rosas. Vuelve con lo que podría ser una tercera parte de una posible trilogía que habría empezado con El otro lado de la cama. Parecía imposible, pero el director le encuentra un tercer lado a la que ya parece ser la cama más larga del cine español. Son tres los protagonistas y tres las opciones que ofrece la historia: la de estar sola, la de ser feliz pero sexualmente insatisfecha, y la de mantener una apasionada -aunque muy inestable- relación de pareja.

El punto de partida es sencillo y la trama no da grandes sorpresas. Lo complicado en este tipo de películas es salvar su propio género: la comedia. Gracias a los dos galanes que vemos en pantalla, se alza esta película que, de otro modo, se habría quedado en el estereotipo de aquella época del destape, cuando Esteso y Pajares... Pero es mejor no asociarlos, que es el año 2012 y queda feo. Estos dos actores son viejos conocidos y convencen en pantalla. El diálogo fluye entre ellos maravillosamente, para regusto de sus guionistas (Martínez-Lázaro y Daniela Fejerman) y de los espectadores. Descubrimos también que Alterio como clown no tiene precio; parece que lo lleve haciendo toda la vida. Sánchez, por su lado, se deja querer dentro y fuera de la pantalla. Estas películas son -o suelen ser- bien acogidas en taquilla y eso es de agradecer; su interpretación es correcta, simpática y logra cierta empatía con el espectador; sin embargo, y no por culpa suya, el personaje no convence del todo y se queda incluso en un segundo plano mientras uno espera seguir disfrutando de los momentos compartidos por San Juan y Alterio.

La montaña rusa baja el nivel propuesto por el director tras el éxito de sus anteriores comedias. El argumento es más bien flojo, por bien explotado que pueda estar, y las escenas de cama demasiado extensas, aburriéndose el personal de tanta carne.

El mismo Alterio lo dice en boca de su personaje: “Hay personas con muchísimo talento, que no hacen nada con él; y personas con muy poco talento que... Bueno, hacen lo que pueden”. Lo importante es lo que hagas con ese talento, a fin de cuentas. Pues bien, esa es la sensación que deja La montaña rusa, una cinta cuyo talento no va más allá de las notas cómicas y la frescura de sus actores. Lo único bien aprovechado de una historia que no da para más y en la que durante los primeros quince minutos ya has escuchado el título unas cinco veces. La proporción no es muy justa, precisamente.

Ya se sabe lo que dicen: mejor es insinuar, que enseñar.

Lo mejor: el gag de la puntualidad

Lo peor: al final uno acaba pensando que el personaje de Sánchez es una niña tonta

Nota: 5