¿Qué nos queda si a lo que aspiran Isabella Rossellini y William Hurt es a estos papeles de sesentones absolutamente lineales, descompuestos de matices y sin emoción ninguna?
Julie Gravras se nota alejadísima del mundo real al que entran las personas al hacerse mayores. Agarra cuatro estereotipos y no tiene la sutileza al menos de saber administrarlos. Los suelta en los primeros 20 minutos y allá se entiendan con los personajes. Avanzan, como en una carrera de galgos, a ver cuál de todos es el que más destaca. La decadencia física, la sexual; la jubilación, la falta de utilidad, y otras vaguedades que no venían al caso.
Muy posiblemente, la moraleja es que no todo está perdido cuando se llega a cierta edad. No, claro que no todo está perdido. Y no es malo que se aborde el tema de la entrada en la vejez, lo dañino es no concretar. No especificar los matices de los protagonistas. Hacer una película es algo más que escribir una idea en un papel y lanzarla a la pantalla, o dársela a los actores para que se la jueguen e interpreten a su manera. Se trata de hacer un retrato, un dibujo preciso que al respetable le pueda resultar creíble. Porque el que mucho abarca, poco aprieta. Cientos de personalidades concentradas en dos personajes: Mary y Adam (Rossellini y Hurt). Por no entrar en los secundarios-hijos, opacos e insulsos. El trazado de unos personajes sosos que no ayudan en nada al conflicto parental. Bien estaría que reforzasen a sus progenitores, y que artísticamente se alimentasen del talento de estos dos actores experimentados. Menos mal que la película cuenta con la única mano razonable que se extiende para dar coherencia a este batiburrillo. Doreen Mantle es Nora, la madre de Mary y, paradójicamente, quien aporta frescura a la cinta. Lo único que te permite imaginar que otra película era posible. Que es el punto de vista, el enfoque, lo que falla con mayor intensidad.
Salvada queda la fotografía por haberse sabido curar en salud con alguna secuencia inevitablemente llamativa. Todo lo relacionado con el agua, en cine queda bien. El agua queda visualmente bien en pantalla -secuencias en piscina y bañera, no más-.
Qué forma más tonta de desperdiciar una belleza como la de Isabella Rossellini -diva de nacimiento-, y un porte como el de William Hurt. Mejor habría resultado ensalzar las cualidades de estos dos actores que, a pesar de peinar canas, conservan su garra y elegancia, su capacidad de ir a más -o a menos, según pida su personaje-. Sin embargo, Tres veces 20 años les hace de menos. Les achica. Hace aguas por todas partes.
Lo mejor: Doreen Mantle
Lo peor: ¿Lo mejor?
Nota: 3