jueves, 2 de febrero de 2012

La Invención de Hugo. EL PERFECTO ENGRANAJE DEL CINE


Martin Scorsese sabe lo que se hace. Con La Invención de Hugo recordamos qué es lo que nos mueve a ir al cine, qué nos hace echar de menos la infancia y volver a emprender aventuras suscitadas por la curiosidad. Esta película es un rezo al cine monumental bien realizado, un comienzo hacia un lugar nuevo y mágico.

A pesar del arranque frenético en tres dimensiones, uno no puede sino quedarse maravillado ante semejante estallido de color. Un travelling logradísimo a riesgo casi de darse un coscorrón con los engranajes y engranajes que acompañan a Hugo (Asa Butterfield), tan protagonistas como él, de una película en la que todo encaja. Y un Sacha Baron Cohen irreconocible de primeras, encarnando al intransigente inspector de la estación de trenes de París, siempre acompañado de Maximilian, un doberman con un olfato excesivamente desarrollado.

En fin, todo un despligue de medios diseñado al milímetro que te deja apenas sin aliento. No obstante, es inevitable tardar en meterse en la película, en la trama, en el alma del libro de Brian Selznic que inspira la cinta.
No es hasta un rato después que el espectador logra sentir la curiosidad por saber y saber cómo y por qué continúa la historia. Sin embargo, la espléndida realización hace que merezca la pena ser paciente; como si el director estuviera pidiendo que aguantes lo necesario, que finalmente, la espera será recompensada.

Este pequeño ladrón encargado de mantener en hora todos los relojes de la estación pronto se topa con el gruñón del personaje de Ben Kingsley (Papa George) que, a simple vista, nos recuerda a muchos otros protagonistas de película que no trata sino de aleccionar a un niño cuya educación se ha visto truncada por unos u otros motivos. Sin embargo, es la presencia de este actor la que cambia todo. Eso, y la transformación de la historia, la sorpresa que lleva implícita; el descubrimiento. Ese momento en que la perspectiva sobre la trama cambia y necesitas seguir viendo el material para hallar esa verdad que tanto necesita Hugo.
Todavía no se ha visto la película en la que Kingsley no sea una caballero, del modo que sea. Hay actores que lo llevan en la piel. Como galán sabio es también Christopher Lee en un pequeñísimo papel, aunque encantador.

Pero no iba a estar sólo en esta historia Hugo. Todo niño necesita un compañero de aventuras. En este caso, y a modo también de partenair, Chloe Grace Moretz; esa criatura que todo lo que toca lo convierte en oro, ya sea comercial o independiente. El talento de esta actriz va más allá de la fotogenia. Es emocionante, intensa e inteligente en todas su interpretaciones. Ésta no iba a ser menos. Moretz interpreta a Isabelle, la ahijada de Papa George. No es sólo uno de los motores esenciales del film, sino que lo es también de la historia de Hugo. Isabelle es un personaje completo, con peso fundamental en la historia y "llave" de apertura hacia el maravilloso mundo al que nos conduce la trama.

A fin de cuentas, esta película nos demuestra una vez más que un director de cine es, ante todo, un humano con una habilidad casi sobrenatural para contar historias; para llevarnos a lugares donde de ningún otro modo podríamos llegar: un mago. Scorsese es, además de un realizador brillante, un narrador de historias excepcional. Esta película se escapa de todo género que antes haya hecho; un experimento que podría no salirle bien, pero que le hace brillar con intensidad.
Bien es cierto que, como parece que está de moda, la duración del metraje es tal vez un poco excesiva; no obstante, y como hemos dicho anteriormente, la paciencia es una virtud que suele verse recompensada, en este caso, por los últimos 30 minutos. No acelera el ritmo, sino que cuenta los acontecimientos a su tiempo, con una precisión digna del mecanismo de un reloj, lo cual dota de mayor significado a la película.

La Invención de Hugo es un homenaje al cine, un monumento a la figura de George Meliès. Scorsese hace una llamada a la memoria del público aficionado al cine, un "para saber a dónde vamos, es necesario saber de dónde venimos". Y esta premisa otorga a este film una atemporalidad muy beneficiosa, sobre todo de cara al mundo interior del cine y, por qué no, de la Academia. Prueba de ello son sus once nominaciones a los Oscar (película con mayor número de nominaciones este año).
El director es capaz de realizar una cinta tan válida para los niños, como para los mayores. Para los niños reserva la aventura, el temor al canino, el sueño de vivir como Hugo vive; para el público adulto guarda el verdadero cine, el homenaje y la labor actoral. La clave es que ambos públicos disfrutarán por igual.

La generosidad de esta película va también dirigida al resto de directores de cine, puesto que alaba las obras de estos profesionales que, desde los comienzos del séptimo arte, se las llevan ingeniando para contar historias soñadas, verídicas o simplemente parecidas a la realidad. Esfuerzo que no siempre se ve recompensado, o cae tristemente en el olvido. No siempre puede lograrse el éxito, pero tampoco hay que dejar de intentarlo. No, al menos, de la forma que lo intenta Martin Scorsese.
Que este despliegue, esta superproducción sirva, como poco, para hacer creíble la invención que da nombre a la película. De eso se trata, de hacer visible lo invisible, y creíble lo ficticio.

Al fin y al cabo, el cine también es magia.

Lo mejor: la excelente realización, de principio a fin / Su homenaje al cine / La historia entre el inspector de la estación y la vendedora de flores (Emily Mortimer), contada con las palabras justas.
Lo peor: Puede que tarde un poco en captar la atención y el interés en el espectador.

Nota: 8.5



No hay comentarios:

Publicar un comentario