jueves, 9 de febrero de 2012

Shame. EN CONSTANTE HUIDA HACIA DENTRO

Steve McQueen equilibra con destreza la vergüenza ajena con la compasión. La necesidad con la adicción. La estabilidad con la inestabilidad. Eso es Shame.

Uno no acierta a buscarle pegas a este film; no formalmente, al menos. Michael Fassbender vuelve a entregarse a una historia cruda, sórdida y sorprendentemente elegante. Su papel protagonista lo magnifica, tal y como venimos oyendo todos estos meses durante este 2011. No es que estén sabiendo venderle, es que ha tenido la suerte de quien, sin pretenderlo, recibe unos papeles que pueden engrandecer a un actor. Ya sucedió en la ópera prima de McQueen, Hunger, en la que desbordó las emociones que llevaba implícitas su personaje.

Shame es la historia de un adicto al sexo que busca tanto saciarse, como encontrar una salida a su vicio. Al fin y al cabo, busca lo que todos, y no es la felicidad (que da por perdida, casi como todos); se trata de llevar su vida a su manera, sin molestar a nadie, sin responsabilidades, cumpliendo unos horarios, controlando -de la única forma que sabe- sus instintos. Esta única forma es liberándolos, sin sentir demasiada sorna de sí mismo.

Así llegamos a Carey Mulligan en el papel de la hermana de Brandon, el protagonista. Sin este personaje la película perdería hasta su propio título. Steve McQueen dota a Sissy de un vulgar misticismo que hace de ella un ser humano asombroso. La envuelve, en una de las mejores escenas, de planos cortos y primeros planos que parecen acariciarla mientras canta una versión imposible del New York, New York de Sinatra.

Este personaje provoca en Fassbender una inestabilidad casi insoportable, a la vez que hace de él un hombre siniestro, aunque de una carne y un hueso que no puede resistir odiar y cuidar de su hermana como cualquier otro. Esta es otra de las dualidades que, mirando bien, pueden apreciarse en la trama. Visto queda en la brutal escena, intensa como pocas las que se hayan visto nunca, en la que ambos hermanos conversan sin dejar de mirarse. Atentos a ella. Eso es lo que se llama: hacer un espectacular duelo de interpretaciones.

El director gusta de los planos largos, larguísimos e increíblemente narrativos. Se deshace de las palabras y deja que la cámara cuente más que los protagonistas. Así es como vemos el saber hacer de McQueen. Vemos cómo Brandon (Fassbender) devora como un auténtico animal sin escrúpulos a la que puede ser una de las víctimas de su adicción en un vagón de metro, en su oficina, en la calle. Allá donde pueda encontrar algo de placer con el que llenar sus vacíos.

Estas son las películas que se hacen valer por sí mismas. Aquellas en las que la imagen que vemos en pantalla cuenta más de la historia que el guión escrito. En esta cinta los detalles se convierten en grandes pensamientos de los personajes. Esta película nunca descansa, como su protagonista, incapaz de salir del lugar donde se ha ido a perder.

La grandeza de los personajes es que no son un hombre y una mujer fríos, sino todo lo contrario; no obstante, sus necesidades, sus defectos y carencias, hacen de ellos seres miserables, sin salida, al borde del abismo. Extremos, en un mundo consumido por rutinas, oficinas, faldas y braguetas.

Si a todo esto decimos que le acompaña una BSO espléndida y muy descriptiva, firmada por Harry Escott, la fórmula no puede sino ser de éxito.

Para ver Shame hay que limpiarse muy bien la conciencia, no ir con los prejuicios como compañeros de butaca. Ya se encargará McQueen por su lado, y Fassbender y Mulligan imponentes e imparables actores, por el suyo, de establecer las preguntas y tal vez, si sabe mirar bien, las respuestas.

Lo mejor: Fassbender+Mulligan / La sucia elegancia que envuelve toda la película
Lo peor: Querer adivinar todo el tiempo lo que el protagonista va a hacer, cómo va reaccionar / Uno intenta solucionar los problemas del protagonista más que él mismo

Nota: 9.5
(foto: ante la incapacidad por escoger uno sólo de los carteles que existen para la película, proponemos juntar algunos de ellos para vuestro disfrute)


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