Simon Curtis dirige un guión adaptado por Adrian Hodges desde el mismísimo diario de Colin Clark, un joven inglés que disfrutó de ciertos momentos íntimos con la diva Marilyn Monroe durante el rodaje de El Príncipe y la Corista en el 1947. Como aquella historia, esta película no pasa inadvertida para nadie.
Curtis debuta de la mejor manera posible y rodeado de estrellas: Michelle Williams es Marilyn, Kenneth Branagh, sir Lawrence Olivier, y Judi Dench es Sybil Thorndike. Sin embargo, el protagonista es un joven poco conocido para el cine: Eddie Redmayne, modelo habitual de marcas tan inglesas como Burberry.
Esta película refleja, por fin, el ambiente en el que Monroe se desenvolvió en el momento más álgido de su carrera. Paradójicamente, al tiempo que la actriz tocaba con las manos bien abiertas el cielo del celuloide, tocaba también la realidad más cruda de su vida. Altibajos emocionales causados por el amor superficial que los hombres profesaban por ella, inseguridad casi al 100% en cada toma que rodaba y que hacían de ella un despojo adicto a los tranquilizantes, sin los que no era capaz de sobrellevar todas estas presiones.
No obstante, el protagonista de esta historia arranca el motor de la trama mostrando al espectador su verdadero amor: el cine.
Tal vez resulte ñoña esta reflexión, pero es el amor al cine el trasfondo de esta aventura recomendada sobre todo a entusiastas y románticos convencidos.
Las aspiraciones de Colin (Redmayne) necesitan alimento. Al principio, basta con trabajar en una película con Lawrence Olivier; sin embargo, necesita más, y como si tuviera poco, Marilyn Monroe se presenta ante él como una diosa demasiado humana a la que tenderle una mano, un hombro y el corazón entero si le hiciera falta. El problema era que acercarse a la Monroe, era como acercarse a una sirena: te atrae con su belleza, con sus cantos, pero te arrastra al fondo del mar, de donde ya no se puede salir.
La bien conocida por todos Emma Watson (Hermione en la saga Harry Potter) hace su papel de secundaria, por fin ya vista como una acriz adulta y con una buena dosis de carácter en pantalla, esperando que el joven Clark se desengañe y dé una oportunidad a su posible noviazgo. Se muestra paciente, serena; Watson se mantiene al margen y aprovecha el papel que le han dado. Ya le llegará la hora de interpretar algo tan magnífico como lo que se le ha presentado a Michelle Williams. Tiempo al tiempo.
Así, podemos establecer un recorrido por estos actores que hacen de My week with Marilyn una película inmensa. Kenneth Branagh, nacido para interpretar personajes míticos, ya sean literarios o reales; Judi Dench, que casi encuentra en el personaje de Sybil su alter ego de aquí a 50 años. Todos ellos participan, dan su perfecta clase de interpretación, y se quedan en la retina del espectador quietos, inmóviles, dejando que se disfrute su trabajo con intensidad y permanencia.
Williams hace el papel clave de su carrera hasta ahora. Se lo lleva mereciendo años, esperando en la sombra, haciendo mejores producciones en las que el protagonismo recaía sobre sus compañeros de reparto, como Blue Valentine, Brokeback Mountain o Shutter Island.
Ver a esta actriz interpretar a Marilyn Monroe es un ejemplo de lo que el cine debe suponer. La transformación es total. Uno se olvida de la actriz actual y pone voz, gestos, miradas y acento a ese mito imperecedero. La tentación rubia. Nos transporta hasta 1947, a la admiración que el mundo entero sentía por su personaje. Ilumina cada escena en la que aparece (bravo por el director de fotografía, por otro lado), enamora a los asistentes dentro y fuera de la pantalla y, sin embargo, se vuelve humana y nos hace partícipes de sus equivocaciones, nos arrastra hasta allí. Pero uno no puede dejar de mirarla todo el tiempo que está frente a nosotros.
No hay alabanzas suficientes para Michelle Williams.
Esta cinta se vuelve imprescindible no sólo por el valor de su reparto, sino porque en conjunto con los detalles técnicos forma un todo sólido, compacto y reluciente. La fotografía, como he dicho, es impecable; hecha a medida de la actriz, de sus movimientos, de su maquillaje. A medida también de la mirada entusiasta e ilusionada que Eddie Redmayne lanza plano a plano.
Curtis hace una película grande, con gracia, frescura y elegancia. Saca lo mejor y lo peor de cada personaje. Consigue plasmar la belleza de lo sensual y lo decrépito, en una balanza con pesos exactos. My week with Marilyn es, por supuesto, una película tremendamente entretenida, fuera de todo este análisis. Adecuada para cualquiera, fans y no fans del mito que esconde una historia como ésta.
Dios salve a la Reina Streep, pero si Marilyn Monroe levantara la cabeza, el Oscar sería indudablemente para Michelle Williams.
Lo mejor: Olvidar que la actriz a la que ve en pantalla es, en realidad, Michelle Williams.
Lo peor: No otorgar más garra al personaje de Arthur Miller.
Nota: 9.5
Curtis debuta de la mejor manera posible y rodeado de estrellas: Michelle Williams es Marilyn, Kenneth Branagh, sir Lawrence Olivier, y Judi Dench es Sybil Thorndike. Sin embargo, el protagonista es un joven poco conocido para el cine: Eddie Redmayne, modelo habitual de marcas tan inglesas como Burberry.
Esta película refleja, por fin, el ambiente en el que Monroe se desenvolvió en el momento más álgido de su carrera. Paradójicamente, al tiempo que la actriz tocaba con las manos bien abiertas el cielo del celuloide, tocaba también la realidad más cruda de su vida. Altibajos emocionales causados por el amor superficial que los hombres profesaban por ella, inseguridad casi al 100% en cada toma que rodaba y que hacían de ella un despojo adicto a los tranquilizantes, sin los que no era capaz de sobrellevar todas estas presiones.
No obstante, el protagonista de esta historia arranca el motor de la trama mostrando al espectador su verdadero amor: el cine.
Tal vez resulte ñoña esta reflexión, pero es el amor al cine el trasfondo de esta aventura recomendada sobre todo a entusiastas y románticos convencidos.
Las aspiraciones de Colin (Redmayne) necesitan alimento. Al principio, basta con trabajar en una película con Lawrence Olivier; sin embargo, necesita más, y como si tuviera poco, Marilyn Monroe se presenta ante él como una diosa demasiado humana a la que tenderle una mano, un hombro y el corazón entero si le hiciera falta. El problema era que acercarse a la Monroe, era como acercarse a una sirena: te atrae con su belleza, con sus cantos, pero te arrastra al fondo del mar, de donde ya no se puede salir.
La bien conocida por todos Emma Watson (Hermione en la saga Harry Potter) hace su papel de secundaria, por fin ya vista como una acriz adulta y con una buena dosis de carácter en pantalla, esperando que el joven Clark se desengañe y dé una oportunidad a su posible noviazgo. Se muestra paciente, serena; Watson se mantiene al margen y aprovecha el papel que le han dado. Ya le llegará la hora de interpretar algo tan magnífico como lo que se le ha presentado a Michelle Williams. Tiempo al tiempo.
Así, podemos establecer un recorrido por estos actores que hacen de My week with Marilyn una película inmensa. Kenneth Branagh, nacido para interpretar personajes míticos, ya sean literarios o reales; Judi Dench, que casi encuentra en el personaje de Sybil su alter ego de aquí a 50 años. Todos ellos participan, dan su perfecta clase de interpretación, y se quedan en la retina del espectador quietos, inmóviles, dejando que se disfrute su trabajo con intensidad y permanencia.
Williams hace el papel clave de su carrera hasta ahora. Se lo lleva mereciendo años, esperando en la sombra, haciendo mejores producciones en las que el protagonismo recaía sobre sus compañeros de reparto, como Blue Valentine, Brokeback Mountain o Shutter Island.
Ver a esta actriz interpretar a Marilyn Monroe es un ejemplo de lo que el cine debe suponer. La transformación es total. Uno se olvida de la actriz actual y pone voz, gestos, miradas y acento a ese mito imperecedero. La tentación rubia. Nos transporta hasta 1947, a la admiración que el mundo entero sentía por su personaje. Ilumina cada escena en la que aparece (bravo por el director de fotografía, por otro lado), enamora a los asistentes dentro y fuera de la pantalla y, sin embargo, se vuelve humana y nos hace partícipes de sus equivocaciones, nos arrastra hasta allí. Pero uno no puede dejar de mirarla todo el tiempo que está frente a nosotros.
No hay alabanzas suficientes para Michelle Williams.
Esta cinta se vuelve imprescindible no sólo por el valor de su reparto, sino porque en conjunto con los detalles técnicos forma un todo sólido, compacto y reluciente. La fotografía, como he dicho, es impecable; hecha a medida de la actriz, de sus movimientos, de su maquillaje. A medida también de la mirada entusiasta e ilusionada que Eddie Redmayne lanza plano a plano.
Curtis hace una película grande, con gracia, frescura y elegancia. Saca lo mejor y lo peor de cada personaje. Consigue plasmar la belleza de lo sensual y lo decrépito, en una balanza con pesos exactos. My week with Marilyn es, por supuesto, una película tremendamente entretenida, fuera de todo este análisis. Adecuada para cualquiera, fans y no fans del mito que esconde una historia como ésta.
Dios salve a la Reina Streep, pero si Marilyn Monroe levantara la cabeza, el Oscar sería indudablemente para Michelle Williams.
Lo mejor: Olvidar que la actriz a la que ve en pantalla es, en realidad, Michelle Williams.
Lo peor: No otorgar más garra al personaje de Arthur Miller.
Nota: 9.5
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