lunes, 30 de enero de 2012

J. Edgar. Exageradamente ambigua


Nos encontramos de nuevo con un biopic con tintes políticos, esta vez, de un peso pesado de la historia reciente norteamericana. Clint Eastwood dibuja un John Edgar Hoover de carácter severo aunque mostrando sus grandes debilidades: sus relaciones personales y su afán por pasar a la historia.

El film, narrado como un tira y afloja desde la vejez a la juventud pasando por la madurez, guarda ciertos secretos que, ni leyendo las entrevistas realizadas a Eastwood y Dicaprio, logras descifrar hasta que no te sientas a verlo. Una trama repleta de recovecos por los que se cuelan ciertos detalles que pueden no gustar a todo el público.

No se es capaz de mostrar odio ni simpatía por el creador del FBI tal y como lo conocemos actualmente; tampoco provoca una empatía destacable. Se queda a medio camino. Cuando parece que habla de un hombre frágil, excesivamente dependiente de su madre, gira inesperadamente hasta dejar al espectador frente a una especie de visionario con garra e ideas claras y un punto, incluso, de tiranía.

Es importante la reflexión que se hace en la película acerca de que todo hombre poderoso acaba por corromperse. Así es. Así fue J. Edgar Hoover. Edgar para los más allegados. No obstante, se muestra también como un hombre con miedo, con un amor enorme en sus entrañas incapaz de exteriorizar o de pasarlo por encima de sus creencias y metas.

Dicaprio maneja la situación. Está ya acostumbrado dados sus últimos y muy celebrados papeles. Da la talla y alza la película. Menos mal, porque de no ser por él, la película pensaríamos que ha durado, efectivamente, toda la vida de J.Edgar. Una narrativa lenta, a ratos insustancial y repetitiva; Eastwood cojea últimamente por este lado, como ya le pasó con Invictus y Hereafter. Géneros distintos aparte, se echa de menos la emoción palpable de Mystic River y Million Dollar Baby. De El Intercambio, incluso.

De hecho, extremando un poco la opinión, podríamos decir que a esta película la salvan sus intérpretes. Destaca sobremanera Naomi Watts en el papel de la leal secretaria (casi novia en un principio) Helen Gandy. Una interpretación calmada, llevada al extremo del segundo plano y, sin embargo, necesaria. Así como Judi Dench, discreta en su rol de madre, pero intensa como pocos elementos en la película.
Armie Hammer (los apuestos gemelos Winklevoss en The Social Network), en cambio, destruye este bienhacer de los secundarios. En su papel de Clyde Tolson no aporta matices, resulta exagerado e incluso (véase escena de la discusión) histérico. La palabra sutileza no va muy acorde con esta interpretación. Era un personaje fundamental en la historia, el de supuesto compañero sentimental de Hoover (y digo "supuesto" según lo que se cuenta en la historia verdadera, no porque en la película dejen lugar a dudas sobre si lo es), quien podría haber aportado serenidad, haber complementado y haber hecho colosal el personaje del director de la oficina; pero no.

La película juega a desconcertar al espectador, a llevar de un lado al otro haciéndole pensar que la vida de Edgar estaba llena de oscuridad, y de pronto hacer que el corazón de este tipo duro se ablande o esté lleno de dudas. A ese juego nos tiene acostumbrados Eastwood, acompañándolo de la luz. Claroscuros, una iluminación acorde con los trajes de los personajes... Y una escena excelente en cuanto a realización: Edgar pierde a su madre. El director no pierde facultades. Mantiene, aunque sólo en ocasiones, su saber hacer intacto. Sin embargo, no podemos perdonarle haber hecho una película de semejantes proporciones tan aburrida; una película que, al salir del cine, no quieres volver a ver. Que te deja frío por muy intenso que sea su final.

En definitiva, pienso que el enfoque está muy equivocado; a pesar de que Clint Eastwood deje claro que la actitud de Hoover no fue un gran ejemplo para las posteriores generaciones que se afanan en interrumpirle mientras cuenta la historia a su manera.
Así es como Hoover hacía y deshacía sus asuntos, a su manera y por encima de todo.

Y así es como el director octogenario cuenta sus historias, por muy mal que suene aquello de "octogenario". Término tan prescindible como la exageración que envuelve esta cinta.

Vuelta a la superproducción que se desinfla. Así, no.

Lo mejor: la desgarrada reacción de J.Edgar al morir su madre.
Lo peor: su ritmo, lento / el exagerado papel de Tolson

Nota: 4



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