Estamos ya acostumbrados a ver los límites del ser humano, ya no en la gran pantalla, sino en la vida real. "Con la que está cayendo".
La Chispa de la Vida pueden ser muchas cosas, pero hay que saber encontrarlas. Alex de la Iglesia hurga en el lado oscuro de cada persona que la busca.
El género dramático es muy serio para este director, y la comedia suena como un concepto flojo dadas las circunstancias que se nos presentan ya en el argumento.
Tragicomedia es la palabra que puede ajustarse más a este arranque reinvindicativo de dignidad que sufre el personaje de Roberto (José Mota), protagonista de la historia.
Un teatro romano y cientos de miles de espectadores, dentro y fuera de la pantalla, esperando a saber cómo se resolverá la espeluznante situación en la que se encuentra este publicista en paro que ya no sabe qué hacer ni cómo manejar su vida.
Ahora mismo, en este mismo instante en el que lees esta crítica, hay demasiada gente con un hierro clavado en la cabeza. Ejerciendo presión sobre sus ideas, sobre el futuro de sus vidas a corto plazo. Sátira, puede ser. Pero al final de la historia sólo queda el drama. El humor se evapora con el sudor del protagonista. Tal vez la película se desinfla, o tal vez va girando hasta llegar al corazón, a lo verdadero.
Es ahí donde De la Iglesia juega su papel. Rebuscando en el dolor y la desesperación. Sabe hacerlo. Alguien debe hacerlo.
Tal vez, oportunista, pero siempre honesto. Esta cinta no humilla, sino que trata de dignificar a alguien a quien los recursos se le han acabado. ¿Cómo? Amor.
Esta película también habla de amor.
Salma Hayek da vida a Luisa, la mujer de Roberto. El amor.
Nerea Camacho y Eduardo Casanova, a los hijos. El amor.
Tallafe es Claudio, el guardia jurado al que el publicista se le escapa. La amistad.
Esta historia tiene muchas moralejas, por mucho que se empeñen en hablar sólo de que todo el mundo tiene un precio, del patético panorama que nos ofrece la televisión en nuestro país, de cómo cualquiera se aprovecha de otro cualquiera en cualquier momento y de hasta dónde estás dispuesto a llegar.
El director bilbaíno lleva a límites insospechados las bajas pasiones de un hombre. Ya lo hizo en su anterior film, Balada triste de trompeta, donde el eje central de la historia volvía a ser la locura de un pobre desgraciado que ansía por encima de todo ser feliz.
Todo hecho a su manera, por supuesto. Bien es cierto que la brusquedad con la que está narrada la tragedia, de principio a fin, roza lo excesivo. Pero también es ahí donde llamamos a participar al adjetivo que mejor define el cine de Alex de la Iglesia: esperpéntico. Y todo drama esperpéntico lleva consigo un toque de comedia ácida, negra y miserable; que tan bien se le da a este cineasta.
A cambio de todas estas ideas, la curiosidad de ver a José Mota actuando en semejante papel. A ratos no resulta creíble, a ratos uno cree que nadie podría haber hecho mejor ese papel. El cómico ha cumplido. Fíjense con atención en la secuencia del coche. Es imposible no soltar, mínimo, una carcajada. Lo que no está claro es qué provoca esa risa. Hay que valorarla con el conjunto de la película.
Compensa la crítica hacia los actores el indudable saber hacer de Hayek, más envejecida de lo que pensaba. Una mujer madura latina con todas sus consecuencias y curvas. Tuvo suerte, Roberto. Uno no puede sino admirar la belleza interior y exterior del personaje, todo gracias a la actriz mexicana.
Y completan el reparto un conjunto de conocidos del cine del ex presidente de la Academia. Tejero, De la Torre, Tallafe... y de pronto, Blanca Portillo, rígida y de cuando en cuando amable con el público y con el personaje. A veces creo que en este país no se la valora lo suficiente.
Con esta película vemos sangre en pequeñas dosis, pero fundamentales para la intensidad de la historia. Sin embargo, ese color rompe las expectativas de todos. El final llega y necesitas saber qué va a ocurrir tanto o más que los propios espectadores dentro de la pantalla.
Por un momento se me ocurrió que no lo íbamos a averiguar; al más puro estilo Hitchcock con su "te vas a quedar con las ganas", también ilustrado por Amenábar en el arranque de su Tesis.
En fin, que la sociedad actual está terriblemente podrida, pero esperemos que no nos falte una mano que agarrar cuando lo peor de lo peor llegue. Que el chaparrón, más metafórico que visual, cuando de cualquier manera tengamos que buscar una solución a nuestras vidas, sea lo más cálido posible y nunca venga de algún individuo al que considerábamos un amigo.
Y que al entrar en la película, recuerde que ésta también habla de amor. Que Alex de la Iglesia es "un tipo que hace cine" y es honesto, y sensato; aunque descarado. Siempre descarado.
La Chispa de la Vida zarandea la moral de cada uno, pero hay que tener cuidado con lo que uno se plantea, no vaya a caerse de nuevo al vacío.
Lo mejor: la delgada línea que separa la risa, de la vergüenza de reír ante semejante tragedia.
Lo peor: la burla/homenaje al 15-M, precisamente por no saber si es burla u homenaje.
Nota: 7.5
La Chispa de la Vida pueden ser muchas cosas, pero hay que saber encontrarlas. Alex de la Iglesia hurga en el lado oscuro de cada persona que la busca.
El género dramático es muy serio para este director, y la comedia suena como un concepto flojo dadas las circunstancias que se nos presentan ya en el argumento.
Tragicomedia es la palabra que puede ajustarse más a este arranque reinvindicativo de dignidad que sufre el personaje de Roberto (José Mota), protagonista de la historia.
Un teatro romano y cientos de miles de espectadores, dentro y fuera de la pantalla, esperando a saber cómo se resolverá la espeluznante situación en la que se encuentra este publicista en paro que ya no sabe qué hacer ni cómo manejar su vida.
Ahora mismo, en este mismo instante en el que lees esta crítica, hay demasiada gente con un hierro clavado en la cabeza. Ejerciendo presión sobre sus ideas, sobre el futuro de sus vidas a corto plazo. Sátira, puede ser. Pero al final de la historia sólo queda el drama. El humor se evapora con el sudor del protagonista. Tal vez la película se desinfla, o tal vez va girando hasta llegar al corazón, a lo verdadero.
Es ahí donde De la Iglesia juega su papel. Rebuscando en el dolor y la desesperación. Sabe hacerlo. Alguien debe hacerlo.
Tal vez, oportunista, pero siempre honesto. Esta cinta no humilla, sino que trata de dignificar a alguien a quien los recursos se le han acabado. ¿Cómo? Amor.
Esta película también habla de amor.
Salma Hayek da vida a Luisa, la mujer de Roberto. El amor.
Nerea Camacho y Eduardo Casanova, a los hijos. El amor.
Tallafe es Claudio, el guardia jurado al que el publicista se le escapa. La amistad.
Esta historia tiene muchas moralejas, por mucho que se empeñen en hablar sólo de que todo el mundo tiene un precio, del patético panorama que nos ofrece la televisión en nuestro país, de cómo cualquiera se aprovecha de otro cualquiera en cualquier momento y de hasta dónde estás dispuesto a llegar.
El director bilbaíno lleva a límites insospechados las bajas pasiones de un hombre. Ya lo hizo en su anterior film, Balada triste de trompeta, donde el eje central de la historia volvía a ser la locura de un pobre desgraciado que ansía por encima de todo ser feliz.
Todo hecho a su manera, por supuesto. Bien es cierto que la brusquedad con la que está narrada la tragedia, de principio a fin, roza lo excesivo. Pero también es ahí donde llamamos a participar al adjetivo que mejor define el cine de Alex de la Iglesia: esperpéntico. Y todo drama esperpéntico lleva consigo un toque de comedia ácida, negra y miserable; que tan bien se le da a este cineasta.
A cambio de todas estas ideas, la curiosidad de ver a José Mota actuando en semejante papel. A ratos no resulta creíble, a ratos uno cree que nadie podría haber hecho mejor ese papel. El cómico ha cumplido. Fíjense con atención en la secuencia del coche. Es imposible no soltar, mínimo, una carcajada. Lo que no está claro es qué provoca esa risa. Hay que valorarla con el conjunto de la película.
Compensa la crítica hacia los actores el indudable saber hacer de Hayek, más envejecida de lo que pensaba. Una mujer madura latina con todas sus consecuencias y curvas. Tuvo suerte, Roberto. Uno no puede sino admirar la belleza interior y exterior del personaje, todo gracias a la actriz mexicana.
Y completan el reparto un conjunto de conocidos del cine del ex presidente de la Academia. Tejero, De la Torre, Tallafe... y de pronto, Blanca Portillo, rígida y de cuando en cuando amable con el público y con el personaje. A veces creo que en este país no se la valora lo suficiente.
Con esta película vemos sangre en pequeñas dosis, pero fundamentales para la intensidad de la historia. Sin embargo, ese color rompe las expectativas de todos. El final llega y necesitas saber qué va a ocurrir tanto o más que los propios espectadores dentro de la pantalla.
Por un momento se me ocurrió que no lo íbamos a averiguar; al más puro estilo Hitchcock con su "te vas a quedar con las ganas", también ilustrado por Amenábar en el arranque de su Tesis.
En fin, que la sociedad actual está terriblemente podrida, pero esperemos que no nos falte una mano que agarrar cuando lo peor de lo peor llegue. Que el chaparrón, más metafórico que visual, cuando de cualquier manera tengamos que buscar una solución a nuestras vidas, sea lo más cálido posible y nunca venga de algún individuo al que considerábamos un amigo.
Y que al entrar en la película, recuerde que ésta también habla de amor. Que Alex de la Iglesia es "un tipo que hace cine" y es honesto, y sensato; aunque descarado. Siempre descarado.
La Chispa de la Vida zarandea la moral de cada uno, pero hay que tener cuidado con lo que uno se plantea, no vaya a caerse de nuevo al vacío.
Lo mejor: la delgada línea que separa la risa, de la vergüenza de reír ante semejante tragedia.
Lo peor: la burla/homenaje al 15-M, precisamente por no saber si es burla u homenaje.
Nota: 7.5
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